miércoles, 25 de septiembre de 2019

CASTILLA Y LEÓN CUM LAUDE EN EDUCACIÓN


El diferente nivel que existe en los resultados académicos de las distintas Comunidades Autónomas de nuestro país es como poco llamativo. Castilla y León lidera el ranking estando a la altura de países como Finlandia, envidiado por encabezar los informes PISA en sus diferentes pruebas.

La provincia Castellanoleonesa destaca; es un hecho; las estadísticas nos avalan, pues si bien el porcentaje de estudiantes de la provincia que no consigue el graduado en la educación secundaria aún es muy alto al ser evaluados de forma externa damos la talla, y no solo la damos, nos salimos de ésta.


Si hay una fortaleza que defina a los alumnos de Castilla y León es el esfuerzo. Se enfrentan a un sistema educativo muy duro que les impone unos conocimientos mínimos más altos que los que se requieren en otras Comunidades para alcanzar las mismas titulaciones. De esta manera no sorprende que a la hora de puntuar para selectividad haya alumnos que se empadronen en otras Autonomías aledañas de cuyo nombre no quiero acordarme; se dice el pecado pero no el pecador; con el fin de conseguir una nota media más alta que posteriormente les abrirá un abanico más amplio de estudios postobligatorios.

Este gran esfuerzo realizado queda bien reflejado en los datos referidos antes. El 21% de fracaso escolar que registramos es debido a la dificultad que requiere alcanzar la meta cuando el evaluador es nuestra propia Comunidad, no repitiéndose cuando la evaluación la hace alguien externo a todo nuestro sistema.

Es así como nuestra mayor fortaleza se convierte también en nuestra gran debilidad. Producimos alumnos muy bien formados, capaces, hábiles y sobre todo muy trabajadores pero con unas notas que no avalan esas características. Cuando la competencia éramos nosotros mismos esto no suponía un problema, sin embargo a la hora de acceder a la universidad esta actitud hace que tiremos piedras contra nuestro propio tejado. La competición ya no es interna, sino que ha pasado a ser contra otros estudiantes que con menos conocimientos alcanzan mejores resultados. Reducimos nuestras propias posibilidades de continuar la educación que desearíamos en el lugar que querríamos aunque luego sigamos llevando ese esfuerzo al lugar que nos toque.

Desde luego con esto no quiero decir que haya que reducir el esfuerzo que se les exige a los alumnos, todo lo contrario, cuanto mejor preparados estén mayor valor futuro serán. Es necesario sin embargo que este esfuerzo que realizan tenga una respuesta positiva por parte de nuestro propio sistema de medida para convencerles de que el esfuerzo vale la pena y no que el camino más fácil es el mejor.
Si algo está claro es que alumnos, profesores, sociedad y gobierno son aspectos fundamentales para el progreso de la educación y tenemos que remar todos en la misma dirección para seguir celebrando este éxito en el futuro.


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