El diferente nivel que existe en los resultados académicos de las distintas Comunidades Autónomas de nuestro país es como poco llamativo. Castilla y León lidera el ranking estando a la altura de países como Finlandia, envidiado por encabezar los informes PISA en sus diferentes pruebas.
La provincia Castellanoleonesa
destaca; es un hecho; las estadísticas nos avalan, pues si bien el porcentaje
de estudiantes de la provincia que no consigue el graduado en la educación
secundaria aún es muy alto al ser evaluados de forma externa damos la talla, y
no solo la damos, nos salimos de ésta.
Si hay una fortaleza que defina a
los alumnos de Castilla y León es el esfuerzo. Se enfrentan a un sistema
educativo muy duro que les impone unos conocimientos mínimos más altos que los
que se requieren en otras Comunidades para alcanzar las mismas titulaciones. De
esta manera no sorprende que a la hora de puntuar para selectividad haya
alumnos que se empadronen en otras Autonomías aledañas de cuyo nombre no quiero
acordarme; se dice el pecado pero no el pecador; con el fin de conseguir una
nota media más alta que posteriormente les abrirá un abanico más amplio de
estudios postobligatorios.
Este gran esfuerzo realizado
queda bien reflejado en los datos referidos antes. El 21% de fracaso escolar
que registramos es debido a la dificultad que requiere alcanzar la meta cuando
el evaluador es nuestra propia Comunidad, no repitiéndose cuando la evaluación
la hace alguien externo a todo nuestro sistema.
Es así como nuestra mayor
fortaleza se convierte también en nuestra gran debilidad. Producimos alumnos
muy bien formados, capaces, hábiles y sobre todo muy trabajadores pero con unas
notas que no avalan esas características. Cuando la competencia éramos nosotros
mismos esto no suponía un problema, sin embargo a la hora de acceder a la
universidad esta actitud hace que tiremos piedras contra nuestro propio tejado.
La competición ya no es interna, sino que ha pasado a ser contra otros
estudiantes que con menos conocimientos alcanzan mejores resultados. Reducimos
nuestras propias posibilidades de continuar la educación que desearíamos en el
lugar que querríamos aunque luego sigamos llevando ese esfuerzo al lugar que
nos toque.
Desde luego con esto no quiero
decir que haya que reducir el esfuerzo que se les exige a los alumnos, todo lo
contrario, cuanto mejor preparados estén mayor valor futuro serán. Es necesario
sin embargo que este esfuerzo que realizan tenga una respuesta positiva por
parte de nuestro propio sistema de medida para convencerles de que el esfuerzo
vale la pena y no que el camino más fácil es el mejor.
Si algo está claro es que
alumnos, profesores, sociedad y gobierno son aspectos fundamentales para el
progreso de la educación y tenemos que remar todos en la misma dirección para seguir
celebrando este éxito en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario